Querido Pepe, compañero, hermano:
Sabíamos por tus propias palabras que ya estabas en la última y definitiva etapa de tu vida, y que incluso deseabas que llegara el momento “del descanso del guerrero”.
Aunque no te conocía personalmente, tú has sido de esa clase de seres humanos que dejan una impronta única, una huella a seguir, una estela que ilumina el camino que debemos recorrer cada día.
Esta carta que te envío lo único que pretende es mostrarte mi profundo agradecimiento por tu testimonio vital que, en muchos aspectos, me ayudan a seguir creyendo y apostando por el género humano y luchando por un mundo más justo, solidario, en paz y fraterno/sororal.
En especial quiero darte:
Gracias por tu ejemplo, por mantener una existencia sencilla, humilde y gozosa, sin dejarte consumir por la sociedad de consumo. Simplemente con verte feliz y satisfecho en tu chacra, me ayudaba a entender que se puede vivir sobriamente y a la vez estar alegre y sentirte pleno.
Gracias por enseñarnos que la política, debidamente entendida como servicio desinteresado al pueblo, puede ser una tarea profundamente satisfactoria y provechosa, tanto para ti como para la gente que te ha elegido para representarla. Dedicar tu tiempo por entero a esta tarea, donar el 90% de tu sueldo para organizaciones sociales, terminar tu mandato y volver a tu chacra de siempre conduciendo tu viejo carro Volkswagen, nos demuestra que otra forma de hacer política es posible.
Gracias por mostrarnos con tu trayectoria vital que la mejor forma de aprovechar la existencia, es dándonos a los demás, para procurar su felicidad, algo que repercute inseparablemente en nuestro propia dicha profunda.
Gracias por indicarnos desde tu experiencia llena de sabiduría lo que es esencial en la vida, pues “esto que se llama vida, todas las formas de vida, hay que cuidarlas. Es hermosa la vida. ¿Sabes por qué? Porque la vida es sentimiento, se sienten cosas. (…) Y por eso, (hay que) amar y vivir con intensidad. Gozar de la vida”.
Gracias por estimularnos y espolearnos siempre, por mostrarnos el auténtico sentido de la esperanza, a no dejarnos abatir, a seguir luchando a pesar de que los acontecimientos a escala nacional y mundial no sean los más estimulantes: “Ese es el mensaje más grande de la vida, que se puede resumir en esto: derrotados son los que dejan de luchar. Y dejar de luchar es dejar de soñar”.
Gracias por señalarnos que en la existencia no todo debe ser ocupación, acción, estrés y agitación, pues “la vida no es solo trabajar. Hay que dejarle un buen capítulo para las locuras que tenga cada uno, porque una cosa que haces por obligación no eres libre. Eres libre cuando gastas tiempo de tu vida en cosas que a ti te motivan, que te gustan”.
Gracias por ofrecer a la juventud pautas comprensibles para vivir intensa y gratamente: “Hay que aferrarnos, querer la vida, cultivarla y vivirla al tope”, aprovechando cada momento. Y por eso gastar la juventud en construir esperanza y en buscar un sentido a la vida es esencial para honrar el milagro de haber nacido. “Había 40 millones de probabilidades de que naciera otro y te tocó a ti. Si eso no es un milagro…”. Por ello debemos mostrarnos siempre agradecidos por todo lo vivido.
Gracias por la profunda coherencia que has mostrado a lo largo de la existencia: “Así vas a encontrar la esperanza. Por eso, el premio mayor es vivir como se piensa. El premio mayor es soñar que se puede construir un mundo un poco más útil, menos egoísta que el que nos tocó vivir. ¿Qué sería la vida si nos quitan la esperanza?”.
Gracias por luchar sin descanso por la paz, la justicia, el entendimiento y la solidaridad entre los pueblos, junto a otros líderes mundiales que trabajan por esos mismos ideales. Entre ellos tuviste una profunda comunión con el papa Francisco, del que dijiste: “Él es un formidable luchador social. Por la igualdad, por la misericordia, por el derecho a la compasión, por tratar de hacer entender que la fraternidad es vital entre las personas, por darse cuenta de que triunfar en la vida no es acumular riquezas”.
Gracias por demostrarnos cómo debemos entender el amor verdadero. Y no fue nada fácil, al haber pasado casi 15 años de tu vida en las cárceles de la dictadura de Uruguay, muchos de ellos en completo aislamiento. Pues no te dejaste llevar por la venganza, sino que llevaste la libertad y el amor por bandera, a tu querida Lucía, tus compañeros de lucha, con tu pueblo, con toda la humanidad y la Madre Tierra, a la que te dedicaste por entero: “Aunque parezca raro he cultivado siempre las cosas con pasión, pero estoy despojado de odio. El odio es como el amor, ciego; pero el amor en última instancia es creador, el odio destruye”.
Gracias, querido Pepe, por tanto como nos has iluminado con tu coherencia de vida, por alentar mi compromiso social, mi esperanza y ayudarme a redescubrir el sentido profundo de la vida y la necesidad de su cuidado. Y también por revitalizar mi fe, que comparto contigo, pues como diría nuestro amado e inolvidable Pedro Casaldáliga:
Donde tú dices ley, yo digo Dios.
Donde tú dices paz, justicia, amor, ¡yo digo Dios!
Donde tú dices Dios, ¡yo digo libertad, justicia, amor!
Como decía también Pedro: “Esta es nuestra alternativa: vivos o resucitados”. Tú eres de esos muertos que nunca mueren. Por eso permanecerás a nuestro lado, en nuestro corazón, de una u otra forma. Hasta siempre Pepe, querido compañero, hermano.
Miguel Ángel Mesa Bouzas